Ningun amor es tan real como el del guerrero. Fiel, valeroso, fuerte. Única persona capaz de lidiar con su propio corazón hasta el último suspiro. O de dar ese último suspiro por un amor...
Vuelan los mensajeros del cielo y emigran a otras tierras. Una batalla más a la gloria del poderoso e inmortal guerrero. Y en el horizonte, los cuernos entonan orgullosos la victoria, como si anunciaran a los siete mares su valía. Y al frente de todos ellos, el líder. La peligrosa joya de la corona, blandiendo su poderosa espada por todo lo alto, intimidando propios y extraños.
Han sido cinco años de intensos intercambios en el campo de batalla, y todos los hombres cuya memoria solo en el tiempo persistirá, se rocían de oro, y plata, y bronce, y rubíes. Es instante de regocijo para todos, pero algo no está del todo bien. Una lágrima recorre la mejilla del bravo general, cálida a su paso pero inconcebiblemente fría por dentro, mientras descubre que luego de todos estos días y sus noches, no tiene aún con quien compartir una muerte gloriosa. Un arma más, caida y enterrada en la tierra. Como una espina.
La provincia les recibe como un padre orgulloso recibiría a su único hijo. Y de entre las casas y chozas, la multitud aplaude y mira a los héroes. Ahí está ella, tan hermosa a sus ojos como a los de cualquier mortal. Una representación exacta de la perfección terrenal. Lo sabe muy bien. Está enamorado.
Esa madrugada, bajo el manto estrellado, el guerrero se dirige al monte Taishan. En el peñasco más alto encontrará la flor eterna, místico objeto del deseo más puro y sincero. Nace el sol como todos los días, y con él, la figura de un dragón se erige imponente, llena de sabiduría y poder. No cualquiera accede a la mágica flor, pero el dragón ha visto el corazón del guerrero, y su intención le conmueve, dejándole tomar una sola de las flores del campo sagrado.
-Toma esta flor, mi hermosa doncella. Y nunca olvides que no morirá mientras mi corazón lata por ti. Todos los días a tu puerta aparecerá una flor como esta.
La doncella agradece el detalle y le recompensa con un beso suave y terso sobre sus labios. Volver a nacer como el fénix de sus cenizas. Y cumple su promesa, y todos los días a la puerta de la doncella aparece una hermosa flor blanca, de tallo suave cual seda, de pétalos grandes, pero delicados. Sin embargo, el guerrero está demasiado agotado por sus esfuerzos de viajar cada alba al punto más cercano al cielo. Su mensajero tendrá la tarea de recoger la flor de las fuertes manos del guerrero y no soltarla más que en las tiernas manos de la doncella. Pero el mensajero no es capaz de resistir semejante hermosura, y retando a su señor, comienzan un romance cobijado solo por las cuatro paredes de su hogar.
Las flores eternas están en algun rincón de la casa de la doncella, esperando la eternidad con demasiada paciencia, mientras el mensajero sucumbe ante sus pasiones. Y un día, después de dos años de anhelos, el guerrero decide bajar a la ciudad para pedir la mano de su amada. Pero nada le ha preparado para ello, ninguna guerra ha predispuesto un sufrimiento tan grande, como el momenbto en que los encuentra besándose apasionadamente. Ella lo mira y corre tras él, pero es demasiado tarde. Ha llegado al pie del Taishán. Y escala lleno de ira, y de enojo. Entra al campo de las flores sagradas, y destruye todo con su espada. Se sienta y espera a morir en silencio, sin comer, sin dormir, de manera miserable como miserable fue su último momento de vida real.
Pero he aquí la maldición de la flor, que debe tener la reciprocidad, y si la flor no muere mientras el corazón no deje de latir por la doncella, el guerrero no morirá mientras la flor permanezca. Pasan los días y los meses, y las condiciones del gran general son insospechadas. Su carne pegada a los huesos, y sus labios que ya no pueden abrirse. Y solo hay una manera en que puede morir: en las fauces del dragón de Taishán.
Y un día nublado, la doncella toma un ramo de flores eternas y corre al monte, frustrada, arrepentida. Sube con esfuerzos brutales y alcanza la cima. Ahí está él, provocando al dragón. Ella grita. Él voltea. El dragón abre su enorme boca y lo come frente a su amada. Justo en el momento en que su corazón deja de latir, los tallos crecen espinas, que atraviesan las manos de la doncella y se quedan impregnadas a ella. Cae inconsciente, pero ahora es su corazón el que no dejará de latir mientras ame al guerrero. Corren ríos de sangre de sus brazos, infinitos. Y ella nunca podrá morir. Todas las flores sagradas crecen espinas, y se tiñen con el color rojo.
Ella, destinada a vivir por siempre, inconsciente, con el inmenso dolor de sus heridas. Y él...él no es más que un arma más, caida y enterrada en la tierra. Como una espina.
1 comentarios:
WOW!!!!! eres increible fer!!!
amo ese cuento es tan triste, sencillo, puro, y a la ves complejo, esperanzador y bello que las lagrimas no tardan en caer sabes es una historia muy bella, el guerrero, un amor sincero,puro e ingenuo, guido por el sentir, por su corazon incapas de mentir y ocultar su sentir
y una mujer insegura, y sutil, pero tan impotente e impaciente, de bajos instintos, nos sufre sino hasta perder lo que desde un principio debio haber apreciado, valorado amado...
un amor no correspondido pero no por eso puro y sincero un flor tan sencilla y llena de vida que nada mas que el sentimiento podria mantenerla grande, resplandeciente y
un dolor tan grande como su amor su ira tan justa y su dolor tan voraz pero con un amor fijo y seguro un amor que no muere
dios!!! fer divago!! es una hermos historia mereces mas visitas en este blog que las 100 que llevas carajo que increible muchas felicdades sigue asi te llevas las palmas hombre
felicidades. T.T
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