
Dedicado a todos mis amigos, con mucho cariño.
Dar un paso afuera de esa preparatoria significaba algo cotidiano. Pero no esta vez...no. Esta vez, significaba transición, significaba cambio. Y vi entonces los edificios,que pasaran a ser parte de mi vista cotidiana.
Parecía que los corredores estaban vacíos. Pero por un momento, creí vernos a todos, caminando como cualquier otra mañana. Recuerdos. Se movían de un lugar a otro, intranquilos. Moví la cabeza un poco, como si quisiera sacudirme una idea. Pero todo seguía ahí, en el orden en el que estuvo uno, dos y tres años.
Los ladrillos parecían proyectar nuestras imágenes. Ahí estábamos, riendo por aquí, gritando por allá. Caminando cerca y corriendo a lo lejos. Llorando, callando...viviendo. Pero no caían lágrimas de mis ojos, como en otros había visto. En lo absoluto. Sólo observaba, en silencio, como esperando teletransportarme a mis memorias, a los corredores que por muchos días fueran nuestros cómplices.
Estático, contemplé el patio lleno de movimiento: un par de amigos jugando, una pareja besándose, una banca saturada. Y en un instante, nada. Silencio. Calma. Vacío. Me asomé a un aula, y la encontré desértica. Las mesas, sin nadie que escribiera sobre ellas. Las sillas esperando que alguien se sentara. Los pizarrones, ansiosos de escrituras. Pero pasará algún tiempo antes de que eso ocurra, y sólo puedo estar seguro de una cosa: esta vez, no seremos nosotros.
Continuo caminando y un grupo de personas llora y se despide, como si fuera el último día de sus vidas. Pareciera que así lo es, y que todas las proyecciones se quedan atrapadas en los muros de una preparatoria.
De pronto, sin aviso, todas las figuras desaparecen dejando al descubierto un edificio sin alma. Sólo paredes, sólo esquinas. Es entonces cuando me doy cuenta de que todo lo que vi está en mi mente, no en el cascarón que dejamos atrás.
Llega entonces el momento de salir. Pero esta vez no retrocedo la mirada, pues no es necesario. Me llevo todo lo que necesito llevarme: los buenos momentos, los malos; los amigos viejos y nuevos; los juegos y las peleas. No tengo por que dejarlos tras de mi, pues son lo que realmente importa.
Así pues, no debemos estar tristes. Aquí concluyen varios años de nuestras vidas. Pero lo fundamental es que nos quedan nuestros recuerdos, nuestras amistades, nuestro apoyo incondicional. Pasamos de compartir la escuela a compartir la vida. Ahora, fuera de aquella que fuese nuestra casa, es donde encontraremos retos y satisfacciones, y aquí estaremos todos para celebrarlas o lamentarlas. Mientras no perdamos los lazos que nos unen, los años de preparatoria serán para siempre.
Dar un paso afuera de esa preparatoria significaba algo cotidiano. Pero no esta vez...no. Esta vez, significaba transición, significaba cambio. Y vi entonces los edificios,que pasaran a ser parte de mi vista cotidiana.
Parecía que los corredores estaban vacíos. Pero por un momento, creí vernos a todos, caminando como cualquier otra mañana. Recuerdos. Se movían de un lugar a otro, intranquilos. Moví la cabeza un poco, como si quisiera sacudirme una idea. Pero todo seguía ahí, en el orden en el que estuvo uno, dos y tres años.
Los ladrillos parecían proyectar nuestras imágenes. Ahí estábamos, riendo por aquí, gritando por allá. Caminando cerca y corriendo a lo lejos. Llorando, callando...viviendo. Pero no caían lágrimas de mis ojos, como en otros había visto. En lo absoluto. Sólo observaba, en silencio, como esperando teletransportarme a mis memorias, a los corredores que por muchos días fueran nuestros cómplices.
Estático, contemplé el patio lleno de movimiento: un par de amigos jugando, una pareja besándose, una banca saturada. Y en un instante, nada. Silencio. Calma. Vacío. Me asomé a un aula, y la encontré desértica. Las mesas, sin nadie que escribiera sobre ellas. Las sillas esperando que alguien se sentara. Los pizarrones, ansiosos de escrituras. Pero pasará algún tiempo antes de que eso ocurra, y sólo puedo estar seguro de una cosa: esta vez, no seremos nosotros.
Continuo caminando y un grupo de personas llora y se despide, como si fuera el último día de sus vidas. Pareciera que así lo es, y que todas las proyecciones se quedan atrapadas en los muros de una preparatoria.
De pronto, sin aviso, todas las figuras desaparecen dejando al descubierto un edificio sin alma. Sólo paredes, sólo esquinas. Es entonces cuando me doy cuenta de que todo lo que vi está en mi mente, no en el cascarón que dejamos atrás.
Llega entonces el momento de salir. Pero esta vez no retrocedo la mirada, pues no es necesario. Me llevo todo lo que necesito llevarme: los buenos momentos, los malos; los amigos viejos y nuevos; los juegos y las peleas. No tengo por que dejarlos tras de mi, pues son lo que realmente importa.
Así pues, no debemos estar tristes. Aquí concluyen varios años de nuestras vidas. Pero lo fundamental es que nos quedan nuestros recuerdos, nuestras amistades, nuestro apoyo incondicional. Pasamos de compartir la escuela a compartir la vida. Ahora, fuera de aquella que fuese nuestra casa, es donde encontraremos retos y satisfacciones, y aquí estaremos todos para celebrarlas o lamentarlas. Mientras no perdamos los lazos que nos unen, los años de preparatoria serán para siempre.
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Queridos amigos:
Ahora que terminamos esta etapa, tan bella, tan llena de emociones, nos enfrentaremos a un mundo diferente. Es hora de dejar atrás la adolescencia, y comenzar nuestro camino a la madurez. Mucha gente dirá que a partir de este momento, la vida nos pondrá mil y un retos. Lo que esa gente quizá no diga, es que tendremos mil y un soluciones, y para cada una de ellas contaremos con el apoyo incondicional de toda esa gente que nos alegró los días.
Las despedidas que ahora llenan nuestros oidos no son eternas. Son sólo un hasta pronto. Por mi parte, me queda agradecer a todos y cada uno de ustedes por cada momento que pasamos juntos. Por su apoyo en mis momentos más difíciles, por estar ahí en las buenas y las malas. Tuve tiempos muy difíciles, y ustedes me han ayudado como nunca podrían darse una idea. Espero poder algún día agradecerles lo suficiente.
Por ahora, me despido bajo una promesa: cuando me necesiten, estaré para ustedes. Si puedo ayudar en algo, ni siquiera lo duden.
Muchísimas gracias por estos tres años tan maravillosos. No crean que no quiero decir nombres, el asunto es que ya agradeceré a cada uno como se debe. Y bueno..¡Hasta pronto, Generación 2008-2011!
Queridos amigos:
Ahora que terminamos esta etapa, tan bella, tan llena de emociones, nos enfrentaremos a un mundo diferente. Es hora de dejar atrás la adolescencia, y comenzar nuestro camino a la madurez. Mucha gente dirá que a partir de este momento, la vida nos pondrá mil y un retos. Lo que esa gente quizá no diga, es que tendremos mil y un soluciones, y para cada una de ellas contaremos con el apoyo incondicional de toda esa gente que nos alegró los días.
Las despedidas que ahora llenan nuestros oidos no son eternas. Son sólo un hasta pronto. Por mi parte, me queda agradecer a todos y cada uno de ustedes por cada momento que pasamos juntos. Por su apoyo en mis momentos más difíciles, por estar ahí en las buenas y las malas. Tuve tiempos muy difíciles, y ustedes me han ayudado como nunca podrían darse una idea. Espero poder algún día agradecerles lo suficiente.
Por ahora, me despido bajo una promesa: cuando me necesiten, estaré para ustedes. Si puedo ayudar en algo, ni siquiera lo duden.
Muchísimas gracias por estos tres años tan maravillosos. No crean que no quiero decir nombres, el asunto es que ya agradeceré a cada uno como se debe. Y bueno..¡Hasta pronto, Generación 2008-2011!
Fernando Valencia
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